Saturday, August 01, 2009

La ciudad de ladrillos

Estuve en Medellín hace siete años y una de las imágenes que guardaba de la ciudad eran edificios de ladrillos. No me falló la memoria. Medellín es así, predomina el ladrillo de tierra cocida, tanto en los barrios pelucones como en los barrios populares. Esta vez, viniendo de Ecuador, lo que más me llamó la atención fue el dinamismo de sus habitantes, los medellinenses. Fue llegar al centro y percibir una vida que no se percibe en Quito. En Medellín, todo el mundo está en la calle, yendo de un lado para otro, atareado, ocupado, llevando a cabo algún negocio. El nivel de actividad es realmente impactante. Los paisas no han usurpado su reputación de pueblo pujante y emprendedor. Es cierto que el clima de Medellín invita a estar en la calle, es una delicia, ni frío ni calor. Para recorrer la ciudad, nada mejor que los transportes públicos: la buseta, el metro, el metrocable, el autobús para ir del aeropuerto al centro, de la plaza Berrio a la Universidad de Antioquia, de la Universidad al barrio Santa Domingo, de Santo Domingo al parque Lleras... La subida a Santa Domingo por metrocable me ha encantado. El metrocable es un teleférico que prolonga una línea de metro, o sea que uno no tiene que pagar una tarifa especial para usar el teleférico. Había asociado el teleférico a un paseo turístico. El caso del metrocable en Medellín es diferente. Por la topografía de la ciudad, está completamente integrado al sistema de transporte público. Lo usan con frecuencia los habitantes de los barrios populares, ubicados en las laderas de las montañas. Bueno, por lo menos, cuando llega un metrocable a un barrio popular. Es el caso para Santa Domingo y el paseo es fantástico, uno pasa por encima de todo el barrio, pudiendo apreciar la intensidad de su vida social. Me quedé sólo un día en Medellín pero un día bien lleno, especialmente porque la pasé súper bien con Martha, de quien me había despedido en una calle de Abidjan y que no esperaba volver a ver tan pronto. Pero, gracias a la cercanía entre Ecuador y Colombia (tiene también su lado positivo) y el proyecto de renovación académica de la universidad del Magdalena, el reencuentro pudo darse antes de lo que habíamos imaginado.

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