El terreno

No vayan a pensar con “un día más, un día menos” que me la paso en la oficina. Después de los miércoles de informe, no hay nada como el terreno para darle ánimo a uno. El terreno es un concepto muy relativo. Desde Abidjan, el terreno es Man. Para nosotros, en Man, el terreno son las dos regiones que nos toca cubrir, o sea 8 departamentos, 28 sous préfectures, ya no sé cuantos municipios y una gran cantidad de pueblitos que están en el culo del mundo. Muchos kilómetros de pista, donde es muy probable toparte con un puente como él de la foto. Cuando te toca, no sirve de nada preguntarles a los lugareños si se puede pasar, la respuesta es siempre “claro que sí, por aquí pasan los 5 toneladas que se llevan el cacao”. Ahí, después de evaluar el estado del puente, tienes dos posibilidades: dar media vuelta con la sensación que el terreno ha vencido. O creer en tu buena suerte, pasar, llegar a destino y cumplir con la misión. Reunirte con el jefe del pueblo, conversar un ratito, decirle con mucha diplomacia que no al agua y al koutoukou (alcohol local) que te ofrece. Porque, a la vuelta, hay que volver a pasar por el pinche puente y es mejor que no te tiemblen las manos. Cabe precisar que a la primera pasada, el tronco de la derecha se ha caído... En el terreno, el camionetón es tu mejor amigo. El terreno es duro, te quita mucha energía, cuando llegas a la oficina y te bajas del coche, parece que el suelo se mueve y todo el cuerpo te duele como si te hubiese pegado pero es muy gratificante. Nada como el terreno para compartir y darle sentido al trabajo.