La lotería de Navidad, los Reyes Magos y la madre que los parió
Han sido unas navidades más austeras, sin regalos, sin montar pollos los días previos para comprar las últimas tonterías que le vas a regalar al uno y al otro. ¡Qué felicidad se siente, qué alivio! Uno se siente tan bien cuando no consume porque sencillamente no lo necesita. Quedarte en tu casa, tranquila, hacer otras cosas, aunque sean pelotudas pero no tener que aguantar la música tonta que suena en las tiendas, las luces artificiales, las sonrisas falsas de las dependientas. No habrá Reyes Magos tampoco este año, alca[1], al carajo con los Reyes Magos. Cómo está montado el chiringuito para que la máxima ilusión en esta sociedad española sea ganar el gordo de la lotería de Navidad y que uno esté dispuesto a tragarse un buen rato de cola en La Manolita de Madrid (donde supuestamente se compran más décimos ganadores). Cuando no es Navidad, es semana santa, feria, la primera comunión del chico o la chica, las rebajas, las vacaciones de verano, la fiesta del pueblo, moros y cristianos, los Sanfermines, fiestas de todo tipo, que marcan las etapas de la vida y los meses del año. Más rancias las unas que las otras (lo último que he descubierto, el obispillo, si no están sentados, les recomiendo un buen sillón: en Burgos y Palencia, cada 28 de diciembre, escogen a un niño para que sea el pequeño obispo de la ciudad, lo disfrazan de obispillo y lo pasean por la calle, ¿será posible? Es que ya ver a un obispo o a un papa disfrazado es para caerte para atrás, pero un niño. ¿Se ha escrito algo sobre la adicción española a los disfraces?). Todo esto, claro, amenizado a lo largo del año con futbol (la liga, la copa del rey, los pinches campeonatos europeos, el derby Real Madrid / Barça, pero esto se convierte en algo mucho peor en años de mundial, ahí sí que te quedas tonto de remate), una adicción potente a los juegos, mucha prensa rosa y la ilusión de la buena vida (en oposición al buen vivir o el vivir bien): que se puede resumir en salidas al bar, tapeo con los amigos, ropa elegante, fines de semana de ocio de vez en cuando, volar sí o sí en fechas claves como manda el calendario cristiano (tipo puente de la Inmaculada también conocido como puente de la Constitución y fin de año), el regocijo en “el esto sí que es vida”, sin preocuparte por lo que pasa en el mundo porque aquí somos tan divertidos, alegres y listos que no necesitamos saber y aprender de los demás. Vivimos tan bien en comparación con esa otra pobre gente. Además ya hemos pasado por toda esta mierda y a nosotros nos ha ido bien, ¿no veis nuestra transición modélica? Miles de personas todavía en las cunetas pero logramos salir del franquismo sin demasiados estragos (y cambios). El telediario le dedica cada noche 10 minutos al tiempo, otros 10 al futbol y demás deportes y, entre estos dos momentos álgidos del telediario de TVE, un poco de Zapatero, Rajoy y demás fuerzas políticas – el sacrosanto pluralismo mediático –, un pizca de cuan mal se vive afuera – ahí puede ser el terremoto en Haití o la inseguridad en América Latina - para que la peña se sienta reforzada, un poco de los malos de la película de acá (los dejo poner nombres) y unos reportajes de cercanía, entrevistan a dos o tres pelotudos en Utrera o en la Gran Vía de Madrid para que opinen de un tema cualquiera. Y listo. Nos quedamos tan tranquilos. En fin, para todo, la ley del mínimo esfuerzo. ¿Cómo sigue adelante este chiringuito? Pues, la verdad es que espero que le quede poco, se venga lo que se venga.
Inspirado en La Línea de la Concepción, jueves a 30 de diciembre del 2010.
PS: Para seguir a diario los sinsentidos de la sociedad española sin ver el telediario de TVE, les recomiendo la columna de Isaac Rosa en el periódico Público, uno de los pequeños placeres del día a día en España.
[1] Ver frase de Hugo Chávez en Buenos Aires hace unos años cuando mandaba el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio para las Américas) al ca, alca, al carajo.